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Este circuito cerebral esencial sigue creciendo y desarrollándose hasta que la persona tiene, aproximadamente, entre veinte y treinta años. Desde una perspectiva neuronal, la sociedad dispone, durante el período de reclusión, de una auténtica oportunidad para consolidar los circuitos neuronales en los que se asientan la hostilidad, la impulsividad y la violencia de los prisioneros, o fortalecer, por el contrario, los mecanismos neuronales del autocontrol que permiten pensar antes de actuar y hasta la misma capacidad de obedecer la ley. Quizá la gran oportunidad perdida del sistema penitenciario haya sido su fracaso en tratar a los jóvenes prisioneros durante la fase de mayor plasticidad de su cerebro social. Por eso, las lecciones que se aprenden cotidianamente en la cárcel dejan, para bien o para mal, una impronta muy profunda y duradera en el desarrollo neuonal de la persona.
Daniel Goleman, Inteligencia social
Laín Coubert
1 comentario:
y colorín colorado, podemos terminar todos como en Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley, No? :)
Porque la cuestión está en quien determina qué es ser criminal. Un nazi era una persona respetable en la Alemania de los 40, pero un criminal para el resto.
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