lunes, octubre 01, 2007

Reclusión y neuroplasticidad

Una de las claves neuronales del autocontrol se asienta en el conjunto de neuronas de la corteza orbitofrontal que se ocupan de inhibir los impulsos agresivos procedentes de la amígdala. Por eso, en el momento en que sus impulsos violentos desbordan su capacidad de inhibirlos, quienes presentan un déficit en la corteza orbitofrontal tienden a incurrir en acciones crueles. Nuestras cárceles están llenas de este tipo de criminales. Así pues, una de las pautas neuronales en la que se asienta esta violencia descontrolada parece radicar en una infraactivación de los lóbulos prefrontales, habitualmente debida a lesiones violentas sufridas en la infancia.
(...)
Este circuito cerebral esencial sigue creciendo y desarrollándose hasta que la persona tiene, aproximadamente, entre veinte y treinta años. Desde una perspectiva neuronal, la sociedad dispone, durante el período de reclusión, de una auténtica oportunidad para consolidar los circuitos neuronales en los que se asientan la hostilidad, la impulsividad y la violencia de los prisioneros, o fortalecer, por el contrario, los mecanismos neuronales del autocontrol que permiten pensar antes de actuar y hasta la misma capacidad de obedecer la ley. Quizá la gran oportunidad perdida del sistema penitenciario haya sido su fracaso en tratar a los jóvenes prisioneros durante la fase de mayor plasticidad de su cerebro social. Por eso, las lecciones que se aprenden cotidianamente en la cárcel dejan, para bien o para mal, una impronta muy profunda y duradera en el desarrollo neuonal de la persona.
Daniel Goleman, Inteligencia social

Laín Coubert

1 comentario:

Alfonso Saborido dijo...

y colorín colorado, podemos terminar todos como en Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley, No? :)

Porque la cuestión está en quien determina qué es ser criminal. Un nazi era una persona respetable en la Alemania de los 40, pero un criminal para el resto.