Magnífica elección.
Laín Coubert
Cuando escucho la vieja voz de mi sangre que canta y llora recordando pasados siglos de horror, siento a Dios que perfuma mi alma y en el mundo voy sembrando rosas en vez de dolor.
Este libro voló de las estanterias de la tienda a mis manos sin saber muy bien, un caso más, la razón. Lo cierto es que llevaba toda la tarde tonteando con otro libro, pero al final fue este el elegido para aconpañarme unos días desde la mesita de noche.
Reconozco que puede ser injusto. O peligroso. O quizás políticamente incorrecto. Incluso inhumano. Impropio de mi. Cruel. Despreciable. Asqueroso.
Por fín vuelvo a recuperar la ventana a internet, aunque sea de nuevo a costa del ordenador de mi hermano, a esperas de que entienda cual es la incompatibilidad entre el Vista del otro ordenador y el maldito router.
El libro de Esteban Martín llegó a mis manos gracias a Martita. Y lo cierto es que cuando lo vi pensé que era un libro extraño de esos que escriben escritores/as que de pronto venden miles y miles de ejemplares. Esteban Martín lo había conseguido con su obra anterior e intentaba repetir ahora con una historia extraña en la que se mezclaban Picasso, Jack el destripador y el investigador que usaría Doyle para el más famoso detective de la historia. La mezcla no podía ser más explosiva y extraña.
Tras haber quemado la placa base de mi ordenador tras no aguantar las magníficas temperaturas sevillanas, vuelvo a escribir, en esta ocasión, desde el portatil. Vuelvo para escribir sobre el último libro leído, El delirio, un error necesario, del recientemente fallecido psiquiatra Carlos Castilla del Pino.
La juventud se aleja de la política. Pero ellos no son los culpables. Lo somos nosotros.