lunes, julio 10, 2006

سَلاَم v. 1.0


La niña que quería dejar de ser niña estaba contenta. Contenta y nerviosa. Estaba en la parada del autobús, y se notaba las manos húmedas. La cabeza estaba un poco aturdida todavía. Cuando se levantó, por la mañana temprano, jamás se pudo imaginar todo lo que significaría aquel día en su vida. Miró un poco hacia el fondo de la calle buscando, con su azul mirada, el autobús. Normalmente no lo cogía en aquella parada, pero, dadas las circunstancias, había creído conveniente andar un poco para ver si el aturdimiento se perdía o se enredaba en cualquier esquina de aquella cálida ciudad. En aquella parada se veía bastante movimiento. Muchos soldados esperaban el autobús puesto que los dejaba cerca de la zona de los cuarteles. Aquellos soldados eran niños, solo un poco mayores que la niña que quería dejar de ser niña.
Empezó a pensar todo lo que aquel día había significado para ella. Último día de clase. Último día de clase en aquel centro escolar. La niña había crecido y debía cambiar de centro. Aquel día estaba destinado a ser el último día que lo viera. Y ella no quería que eso fuera así. Por eso, la niña que no quería ser niña, se llenó de valor y se acercó a aquel chico. E increíblemente, él, la había correspondido. El mundo se empezó a teñir del color que sólo consiguen los enamoramientos adolescentes. Los colores ganaron viveza, los olores fuerza. Amor adolescente.
Pensar que se había llevado tanto tiempo tras él, y al final, a él también ella le gustaba. El montón de tiempo que habían dejado escapar. Menos mal que ahora todo cambiaría.
El autobús llegó. Subió rápido, ya que los soldados la dejaron entrar antes. Se sentó en al fondo, junto a una ventana, justo detrás de un chico de su misma edad, con el que cruzó la mirada mientras andaba por el pasillo. Bonitos ojos, pensaron ambos.
Sus ojos azules se reflejaban en el cristal de la ventana. Estaba nerviosa. Las manos le sudaban y le temblaban. Iba a salir con el chico que tantos de sus sueños había protagonizado. Había sido tan fácil que se preguntaba a veces si no sería eso mismo un mero sueño.
El autobús arrancó. El mundo de la ventana empezó a moverse delante de los ojos azules. El tono de las conversaciones dentro del autobús ascendió. Iba bastante lleno. Era normal. Último día de clases. Inicio de vacaciones. Vuelta a los cuarteles. Muchos acontecimientos para un día. Pero el importante era el importante. Y es que ella iba a salir con el chico más guapo del mundo.
Se fijó en los pasajeros. Madres con sus hijos. Soldados con animadas conversaciones. Escolares. Personas que entraban por una puerta y salían por otra, para continuar su vida un par de barrios más alejados. Ojos de muchas tonalidades se juntaban para confeccionar un collage de vidas.
Que llegue rápido, pensaba la nena que no quería ser nena. Tenía hambre. Y su madre hoy seguro que había preparado algo especial para celebrar el fin de aquel período de estudios. Volvió su mirada hacia la ventana. Pero sólo veía coches y más coches. Se fijó entonces en la nuca del chico de delante. Tenía un color de piel bonita, medio tostada. Y un pelo oscuro.
Parecía que estaba reordenando su mochila. Parece que llevaba un par de libros y algún juguete al que se le habían soltado los cables, puesto que se veían dos cables sueltos. Volvió a mirar por la ventana. Estaba deseando contarle a sus amigas lo que le había pasado. Siempre había sido una niña algo afortunada. Pero ahora que ya dejaba de ser niña le había venido el mejor golpe de suerte. Salir con ese chico era su sueño, y lo había conseguido. Pensaba en él y su corazón se desbocaba. Siempre había sido la niña pequeña de su casa, con sus trajecitos de faldas amplias. Ahora había crecido y se había convertido en un "ex-niña" preciosa. Sus ojos azules irradiaban alegría. La alegría de los sueños acumulados por cumplir. Sueños con sabor a 15 años.
Escuchaba que el chico de delante susurraba algo. Parece que hablaba en árabe. Le gustaba el sonido de aquella lengua que tanto se escuchaba por aquella parte de Israel. Es más, le solía pedir a la chica que trabajaba en su casa que le cantara en aquel bonito idioma.
Nunca olvidaría aquel día. Poder salir con el chico más guapo del mundo. Ese pensamiento dominaba su cabeza, cuando de repente otro pequeño pensamiento empezó a abrirse hueco en su cabeza. El corazón empezó de nuevo a latir rápido, mientras ella miraba por la ventana. Pero esta vez era de puro de miedo. Empezó a juntar cosas, y el pensamiento fue ganando terreno en su cabeza. Veía los ojos azules reflejados en el cristal. Y al chico de delante, susurrando, con las manos metidas en la mochila. Por el rabillo del ojo vio a un par de soldados levantarse hacía donde ella estaba. El chico levantó algo la cabeza. Y ella giró la suya. Un segundo. El chico gritó. Sintió una sacudida. Un calor abrasador. Un fogonazo. Y la luz se cegó. La luz fue oscuridad. El vaso lleno de sueños explotó contra el suelo, derramando un espeso líquido rojizo. Sueños que se quedaron entre los hierros retorcidos de un autobús. La niña que quería dejar de ser niña, no lo consiguió. Seguirá eternamente siendo niña, pues aquel día significó mucho para ella. El día que dejó de vivir porque un chico de bonitos ojos llevaba en su mochila un cargamento de odio.
Laín Coubert