domingo, mayo 21, 2006

7:00 AM


La ficha decidió cambiar de color. Cambiar de color. Es lo importante. Lo demás no importa. La pequeña ficha decidió cambiar su color. Qué más da si se pasa del blanco al negro, o del negro al blanco. Lo importante es que la ficha decidió cambiar de color para ser feliz al vivir.

Los dedos acarician los cordones enlazados de las zapatillas. Algo más apretadas. Unos saltos en la plazoleta y empiezan las zancadas. Una, dos, tres…empieza la cuesta, cuatro, cinco, seis. Calle Real. El sol bosteza. Y los pies aceleran su paso. Siete, ocho nueve. Los adoquines brillan. El silencio domina la calle, sólo roto cuando alguna paloma, como alrededor de la Iglesia, mira con el cuello girado la carrera y murmura su extrañeza.
Charcos en la calle Cervantes. Las zapatillas destrozan los espejos olvidados en las aceras. Gotas de sudor riegan el asfalto. Diez, once, doce.
La Laguna hacia arriba, y de ahí, buscar la Corredera. Hacer que el corazón se acelere, como cuanto tú estás presente. Pero esta vez no lo estás. Surcos en el horizonte. Trece, catorce, quince.
El cielo empieza a llenarse de luz. Me pregunto si tus ojos se han abierto ya, estén donde estén. Sea cual sea la almohada donde tus mejillas han buscado hoy los mapas para romper nuestros mañanas.
Paso a paso, se llega al verde del Mirador. Un banco. Un minuto sentado. Respiración entrecortada. Sudor que hace que brille la madera del banco. Una pierna sobre el banco. El corazón sigue acelerado. Un pájaro se despierta sobre el sauce llorón. Un horizonte donde empieza a amanecer llena los ojos.

Saludos a lo Chuck Norris (Chuck Norris se comió una vez una tarta entera antes de que sus amigos pudieran decirle que había una bailarina dentro)

Laín Coubert