sábado, agosto 27, 2011

En vaso ancho

Asistí a su funeral casi sin querer. Con los ojos rojos y la cabeza un poco embotada. Los párpados se abrazaban, pensando que al separarse de nuevo la púpila dejaría de soñar. Pero no lo hacía. Allí me esperaba la silla. Y ella en su ocaso. Con aromas de Santa Teresa inyectados y rodeados del concierto ejecutado por mil y un pájaros. Los cúbitos de hielo, boquiabiertos, veían el descender, lento, del Sol.
Pronto estarían ahí. Menkent, Alchiba, Algorab, Spica, Alphard, Syrma, Denebola, Chertan, Subra o Phad. Todas. Todas anunciando lo que hace miles de años se repite cada noche.

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Laín Coubert

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