lunes, febrero 15, 2010

Ayamonte

He tenido la suerte de compartir un maravilloso fín de semana con Marta. Y hemos tenido la inmensa suerte de hacerlo conociendo unos rinconcitos maravillosos dentro de Andalucía. El destino estaba definido desde el principio: Ayamonte. Frontera, o mejor, unión entre España y Portugal, es una de esas localidades que invitan al paseo tranquilo, a pararse y observar tranquilamente tu alrededor.
Tuvimos la inmensa suerte, increible diría yo, de cazar una de esas ofertas que sobrevuelan por la red y poder alquilar una habitación en el Parador de Ayamonte, con unas instalaciones enclavadas en el lugar de la antigua fortaleza musulmana y, por ello, con unas vistas simplemente increíbles.
Hemos conocido en parte la localidad, y en parte también, esos fascinantes sabores de los productos que nos dá, con esfuerzo, el mar. Los hemos podido saborear en rincones humildes de Ayamonte, tasquitas de barrio y amigos, y en rincones con fama, estrellas, tenedores y saber hacer. La mezcla de las típicas cocinas del pueblo y la cocina del restaurante del Parador nos ha dejado una lista de sabores que pujan por adueñarse del presente: la raya al pimentón, la hamburguesa de choco, la dorada, la coca ayamontina, las croquetas de chocolate, la amarguiña portuguesa.... Una pena que los precios del restaurante del Parador no nos permitiera, sin crearnos un problema de intendencia, pararnos a repetir almuerzo, pero al mismo tiempo una suerte que nos empujara a tapear para probar esas cocinas más humildes que atesoran el saber hacer del pueblo.
Luego, por la noche, esas miradas a ese río que va en busca de su descanso en el mar, ese faro iluminando la habitación, esas estrellas como nunca había visto en el cielo, esa carita de Marta sobre la almohada...
El domingo la vuelta. Una vuelta con paradas en Moguer y en el Monasterio de La Rábida. Y una parada en otro lugar de esos que inspiran una extraña sensación:un bar de carretera de esos que se instalan junto a las gasolineras. Mirar por sus ventanales a la autovía derramando sueños que se esfuman como la cocacola....no sé, pero me gusta la atmósfera de esos lugares habitados por viajeros y viajeras.
Nunca 70 cv dieron para tanto.


Pd: Gracias por este finde, Martita.

Laín Coubert

5 comentarios:

MR dijo...

De nada. ¿próximo destino? =D

Anónimo dijo...

Por esa zona existe una tecnología arcaica de aprovechamiento de las mareas para moler el grano. Existen los llamados molinos de mar, que embalsan el agua con la subida de la marea para dejarla escapar al bajar la misma. Se aprovecha el salto del agua para poner en funcionamiento estos molinos.
Creo que están en desuso, pero tanto las edificaciones como la tecnología cuentan con una insertación muy coherente en el paisaje.

laín-seiduma-loman dijo...

Arcaica pero inteligente. Lo cierto es que no lo sabía, pero es algo digno de visitar con total seguridad.

nazarenoviso dijo...

¿Pero tu cuando lees?
Envidia sana jeje. Un saludo.

laín-seiduma-loman dijo...

De doce a una cada noche jejeje. Ha llegado un momento que si no leo me cuesta dormir y lo cierto es que eso me agrada. Además me sirve como vía de escape y de olvidarme de todo concentrándome en los libros