sábado, enero 06, 2007

Reflexiones sobre muñequitos


Vivimos en una sociedad de juguete. Las personas nos convertimos en caricaturas de nuestros sueños. Muñequitos que avanzan por aceras dando saltos intentando retomar una realidad desconocida. Una realidad perdida allá donde se quedo embarrancada la razón.
Algunos muñequitos hacen trampas para llegar los primeros a esa meta que no se sabe donde está. Empujan, hacen zancadillas, escupen y realizan todo tipo de tretas para joder a sus compañeros de viaje. Son muñequitos que jamás supieron la diferencia entre ser muñequito y ser insulto. Algunos de ellos llegan incluso a inflarse por el odio, convirtiéndose en peonzas redonditas movidas por la fuerza de sus negras ambiciones. Giran, giran y giran dejando a su alrededor un enorme hueco: ningún otro muñequito quiere acercarse a ellos.
Otros muñequitos se creen que ya no son muñequitos. Se creen muñecos. Y no se dan cuenta que la realidad no se cambia tán rápidamente. Son pocos los muñequitos que pasan a ser tan queridos por los otros muñequitos como para ascender a ser muñecos. Muchas veces el problema es que el muñequito se cree querido cuando en realidad no lo es. Eso puede causarle un problema de los que los muñequitos made in USA conocen como personalidad múltiple.
Afortunadamente, tal como bien saben Saltin y Piggy, algunos muñequitos son muy agradecidos. Una leve caricia, el calor de un beso o el ímpetu de un abrazo sirven para encontrar compañeros en este viaje por las aceras de la sinrazón, en busca de aquella torre donde, dice la leyenda, cierta niña de mejillas como manzanas y de pelo rojo, espera sentada moviendo sus pies al perdido son de las olas del rincón de plata donde nació.
Laín Coubert

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