domingo, febrero 26, 2006

¡Qué mono!, decían.


Estaba yo el otro día en un bar echado, sujetando la barra para que no se moviera, y recobrando las sales minerales perdidas por el duro día gracias a la bebida isotónica de Cruzcampo, cuando se escuchó un jaleo. Realicé el supremo esfuerzo de alejar mis labios del vaso y girar mi cabeza hacia la puerta. Por un momento pensé que Dios existía. Un grupo de chicas venían directas hacia mi con la sonrisa en los labios. ¡Qué mono!, decían. Mi pupilas se dilataron, y me estiré la camisa. ¡¡¡Este es mi día!!!, pensé. ¡Qué mono!, decían. Se iban acercando y, yo, eliminé el resto de cerveza de mi vaso de un sorbo. ¡Gracias Dios mío! ¡Qué mono!, decían. Qué buenas que estaban todas. Una estiró el brazo...y sentí que me tiraban del pantalón. Miré hacia abajo y escuche: "Anu, Anu, bracho avor". Me cago en todo. Que resulta que no había ligado yo, que el ligón resultaba tener hasta pañales. Qué injusta es la vida. Con dos años ligó en un día más que yo en toda mi vida. Pero bueno, por lo menos tenían razón en lo que decían. Y es que este niño, se le ve en la mirada, va a ser palangana.

Saludos a lo Ronaldinho (hasta de penalti)

Laín Coubert